Com ser grossa en un món grasfòbic


Texto publicado en la revista Dones Sant Boi
Ver texto original en catalán
Laura del Valle 2023
5 min de lectura



Hace un tiempo reflexionaba sobre cuándo y por qué empecé a gestar el proyecto/proceso Gorda | El cuerpo definitivo y podríamos decir que toda una vida, pero siendo consciente, cuando los feminismos me abrieron ese espacio de cuestionamiento hacia todo lo que a priori está establecido.



Estas reflexiones son de Laura del Valle, como ella misma se define, una Fat Social Artist & Feminista y Antiracista.

Entenderse como sujeto político supone vincular en el mismo espacio-tiempo la conciencia de la propia identidad y de qué opresiones y privilegios está interseccionada y qué quieres hacer con todo esto. Su proceso personal parte de una herida. La violencia que ejerce un sistema social que agrede y violenta a los cuerpos gordos por qué ha decidido que no son deseables, por tanto desechables o no susceptibles de interés en un mundo que capitaliza todo lo que le funciona como espacio productivo de rédito. Este imperante sistema social decide establecer una lógica jerárquica en relación con los cuerpos y los divide entre los que son susceptibles de ser sexualizados y los que no.

En Can Castells Centro de Arte Laura presenta hasta el día 18 de noviembre la exposición Gorda | El cuerpo definitivo, una producción comprometida con el movimiento que reivindica la diversidad corporal desde los feminismos. Propone otras miradas del cuerpo alejados de los cañones económicos y patriarcales, por medio de diversas disciplinas.
En esta exposición se puede ver qué implica ser una persona gorda en un mundo grasfóbico, trazando una narrativa propia, en reclamo del propio relato y denunciando a la vez la ausencia de representatividad de las personas gordas en cualquier espacio público.

En cualquier rincón de mi vida, se escondía un dolor, en el autocar donde nadie quería que me sentara a su lado, en los pupitres donde no cabía o debía entrar de lado acompañada de la mofa de la clase, en la piscina municipal donde nunca aprendí a echarme de cabeza por el miedo a la risa ajena con la cantidad de agua que mi cuerpo que mi cuerpo que mi cuerpo. me atrevía a comer porque siempre recibía comentarios que me hacían sentir horrible al estar haciendo una necesidad vital.

Estas violencias, más que ofrecerte un espacio de libertad, te llevarán a peores lugares como contraer un TCA (Trastorno de la conducta alimentaria), relaciones tóxicas con la comida o una percepción sesgada de ti misma.
En la etapa de la adolescencia tampoco mejora, llegamos al lugar del vacío identitario, en el momento en que empezamos a buscar a otros referentes fuera de nuestro entorno y no los encontramos. El único problema existencial que podemos tener es la relación con la comida.

Para finalizar, cierro la herida o el círculo, devolviéndole a ella, mi yo de la infancia, la dignidad que le fue arrebatada para intentar conseguir un presente más justo para todas las que van a pasar.

Para todas las personas como yo, aquí va esta pedrada:

Recuerdo que hace unos 12 años perdí cerca de 30 kg, no paraba de recibir elogios por todo el mundo. En mi cabeza había algo que no funcionaba, trabajaba cerca de 70 horas semanales y estudiaba dos idiomas. Los domingos volvía a casa llorando del dolor físico que estaba soportando mi cuerpo, pero como todo el mundo decía que estaba mejor así, ¿cómo iba a parar?

Recorría los supermercados, y analizaba obsesivamente cada producto que compraba, calorías, grasas y azúcares en bucle en todo momento, me pesaba de forma compulsiva y no paraba de buscar mi reflejo en cualquier sitio, para seguir comprobando que mi cuerpo admirado seguía allí.

En aquella época, en una de esas noches, me sorprendí a mí sintiendo asco por otras mujeres gordas, me dije a mí misma que yo no quería ser esa mierda de persona y paré, lo paré todo.


Vivimos en una sociedad que agrede y violenta a los cuerpos grandes porque ha decidido que no son deseables.